Un comunicador con estilo

Con 35 años, Juan Luis Saldaña es un hombre dinámico, optimista y trabajador. A pesar de su edad, su apariencia es de un artista serio (camisa blanca, pantalones largos y chaqueta negra). Él afirma que tiene una mentalidad de 16 años y bajando, con el único objetivo de empalmar la adolescencia con la crisis de los 40. Escrito por Alicia Mellén.  Fotografías cedidas por la fuente.

Como buen acuario que es, siente la necesidad de comunicarse con su entorno. Pese a tener la diplomatura en Derecho, hizo un Máster en Comunicación y su carrera profesional es bastante larga. Escribe columnas en Heraldo de Aragón, Diario Aragonés, Aragón en Portada; participa en las emisoras de radio como Radio Ebro o Aragón Radio; hizo el programa de televisión El Maquinista de la General, también co-dirigió y presentó Bajo Cero. Actualmente, prepara proyectos audiovisuales en la empresa Videar. Además de todo esto, gracias a su organización, según comenta, “tienes que tener las ideas claras y luego trabajar mucho”, escribe libros, novelas. Tiene un blog propio y colabora como director de Comunicación en la Fundación Canfranc. La música también ocupa un trocito de su vida. Antes tenía un grupo llamado Nubosidad variable y ahora se lanza en solitario.

La niñez de Juan Luis Saldaña es recordada por él como algo muy importante en su vida: “La infancia dicen que es la patria, es donde luego construyes tu vida”, explica el periodista. A los tres años se trasladó de San Sebastián a Zaragoza y con la misma rapidez pasó en el colegio de ser tímido al jefe de la pandilla. El jugar al fútbol y querer ser el centro de atención fueron sus factores más importantes. Tiene vocación de líder, la explicación de esto es un gusano que, según dice, le grita “hazlo”, aunque también es muy artista y, como tal, necesita que le dejen en paz, estar solo.

Es el ecuador de sus cinco hermanos, siendo la única chica la pequeña. La relación con ellos es buena, los mayores le han orientado y determinado sus gustos musicales o literarios, “es una ventaja tenerlos, conocí a U2 y Héroes del Silencio gracias a ellos”; los pequeños aportan cariño, cercanía, protección. Tiene especial afecto hacía la pequeña: “La pobre es una crack también es periodista, vive en Madrid”. Los padres son médicos, por lo que están bien cuidados: el padre es traumatólogo y la madre oculista. Gracias a ellos, desde los ocho años ha viajado en caravana por Europa 20 días cada verano, hasta que cumplió los 23. “Fue una ventaja educativa brutal, veía las cosas que llegaban a España tres años antes”, indica Saldaña. Durante ésta época apareció su fobia a los gatos cuando pisó la cola a Zarh, el gato de su abuelo, éste le hizo la vida imposible, ha intentado superarlo pero no puede.

La segunda etapa de su vida no es tan buena, pero si desembocó en lo que es ahora. A pesar de que sus padres son médicos, no quiso tirar por esa rama. La admira y la respeta pero no le interesa. Empezó a estudiar Derecho por inercia, sacaba notables pero en tercero empezó a no ir a clase, tenía su grupo de música y se iba a ensayar. Para él, su gran fracaso fue la mejor experiencia de su vida: suspender Derecho hasta la saciedad, estaba desmotivado, estudiaba y suspendía. Lo pasaba muy mal, “sufría y hacía sufrir a los demás, llevaba una vida paralela, jugaba al fútbol, me iba con mi grupo de música, veía un mundo distinto, divertido, trabajaba en cosas cutres”. Su modo de escape era una R12, una ranchera con matricula de San Sebastian. Por las mañanas se iba al parque a dormir o a algún castillo, se describe en aquella época como un vagabundo de 22 años.

En un momento dado Saldaña se plantea ser escritor.

En un momento dado Saldaña se plantea ser escritor.

Fue una temporada muy frustrante, pasaban los años y la gente terminaba la carrera, él aún seguía en cuarto, la solución fue “vampirizar a un grupo de chicas” que le ayudaron a salir adelante, le apuntaron a prácticas, a talleres, al final se licenció con un 5.0 en Derecho Financiero.

Durante ésta época escribió una novela llamada Diario de un Gilipollas y, haciendo el Master en Comunicación, la presentó a un concurso, que ganó. “Cuento la historia absurda del sufrimiento de una persona y a eso le dan un premio”, explica Saldaña. Según cuenta, desde pequeñito ya era periodista, siempre estaba escribiendo y aprovechaba cualquier oportunidad para hacer preguntas, investigar. En Derecho hacía de periodista y, haciendo el Master en Comunicación, confirmó sus sospechas.

Empezó haciendo prácticas en Heraldo de Aragón, se quedó un año y medio, después le contrataron en Punto Radio y más tarde llegaría a la Televisión. Aunque se le da muy bien escribir, su pasión es estar delante de un cámara, la primera vez que lo hizo se dio cuenta de que pasaba algo: “Me gusta mirar al objetivo y, de repente, pum estás en casa de las abuelas hablándoles a la cara, eso es magia”. Tiene varios libros publicados como son el ya mencionado Diario de un Gilipollas, Mugidos en blanco y negro (libro de poemas), Manual de poesía para zombies (poemas escrito junto con Octavio Gómez Milián inspirados en la figura de Ángel Guinda), Perico Fernández que estás en los cielos (poemas escritos con Octavio Gómez inspirados en el boxeador Perico Fernández) Hasta agotar existencias (14 relatos)  y el último Entré en, salí de. Los libros salieron como algo natural de leer mucho, para él escribir es una necesidad íntima de dar su punto de vista a la vida, su mirada del mundo.

Empezó su blog cuando estaba en radio, lo utiliza porque tiene mucho que contar. Antes escribía más, tenía menos compromisos. Además al hacer algún artículo de opinión para los medios en el blog escribe cosas más cortas.

Sus comienzos en la radio consistieron en presentar por la tarde, de 7 a 8  «un programa para taxistas, arriesgado y con algunas tonterías”, durante la llamada hora de desconexión. Se trataba de un magazine que tocaba todos los temas, con su estilo “bastante marciano”, comentando las noticias más leídas de Internet, con colaboraciones, ratos de tertulia… Aquí es donde se puso en marcha el comenzar sus programas con un comentario de opinión, que luego lo trasladó al programa de el Maquinista.

El gran salto lo dio en la televisión con El Maquinista de la General, fue el conejillo de Indias, empezaron a emitir sin programas pilotos por no gastar dinero. Se encontró con muchos imprevistos, lo que le enseñó a ser mejor periodista y más hábil presentando. El primer programa duró un minuto y medio porque la voz no se oía, al realizador le resultaba difícil hacerse con la máquina, muchos videos no entraban en su sitio o directamente no entraban, «fue muy divertido», afirma Saldaña. También en el plató había un cristal detrás que daba a la calle, «se veían pasar freakes, locos, gente haciendo calvos u otros con pancartas» explica el escritor. Era un formato difícil de hacer, la gente no quiere pensar, quiere sentarse en el sofá, dejarse llevar, que le digan qué tienen que hacer y con quién tienen que enfadarse. Él intentaba hacer todo lo contrario, ese era su reto. Según comenta, el espacio tenía una gran complicidad con el espectador y un gran problema con su jefe.  Si le dan a elegir, siempre se va a quedar con hacer disfrutar al público. Su manera de vivir es “ir a saco hasta que me echen y a por lo siguiente”. Algunas de las desavenencias que tuvo con su superior fueron por su forma de ver las cosas: meterse con Ángel Biel (lo comparó con un avestruz) cuando en la cadena no podían hablar mal de él, mover la mesa que tenía ruedas como si fuera un volante, lanzar bolígrafos a la cámara, comerse un Calipo.

El último día que hizo el Maquinista fue muy emotivo, Saldaña había escrito un manifiesto que estaba colgado en su blog, en el que se encontraban las ideas que tiene sobre la televisión, lo utilizó como introducción al programa, «me voy a pegar tres minutazos leyendo el manifiesto en plan homenaje a mí mismo, quedó muy bonito», dice recordando aquel día. Sintió felicidad y algo de melancolía, había hecho algo espectacular durante tres años cuando estaba empezando, pero quería seguir aprendiendo. Es un hombre ambicioso, que afirma que Zaragoza se le quedaba pequeña, le hubiese gustado hacerlo en Madrid, para toda España o incluso en Nueva York, para todo el mundo.

Su color favorito es el azul del mar, siempre se ha sentido muy marinero.

Su color favorito es el azul del mar, siempre se ha sentido muy marinero.

Bajo Cero empezó cuando Juan Luis Saldaña se quedó sin trabajo. Estaba en la Asociación de Escritores y allí daban clases, talleres… salió una opción para dar una clase en Alcorisa, se apuntó juntó con 8 escritores más. El taller se lo dieron a otro, lo buscó en Facebook y le mandó un mensaje: “Cabrón, me acabas de quitar 400 euros, a cambio me vas a recibir que te quiero comentar unas cosas”. David Jasó, el ganador del taller aceptó y Saldaña se presentó con muletas (porque en aquella época tenía la pierna escayolada), arrugó el curriculum para dar más pena, es allí donde surgió la posibilidad de formar parte de Bajo Cero. Como se defendía esquiando le propusieron ser el presentador de un programa de esquí. El día que le llamaron para hacer la prueba fue cojo, tras haberse quitado la escayola con unos alicates. La prueba consistía en ponerse delante de una cámara con una cazadora de nieve y hablar como si estuviese en las pistas. Así pasó a presentar y co-dirigir el programa Bajo Cero. Le supuso un gran esfuerzo porque él se consideraba una lagartija, le encanta el calor y odia el frío. Lo superó con muchas capas y mucha paciencia. Subía a la nieve dos o tres veces a la semana, algunas grabaciones se complicaban por el frío al estar mucho tiempo parado, poniendo y quitando el micrófono o montando la cámara. Pero lo peor que ha tenido que hacer es seguir a la gente, a guías de montaña fuera de pistas y bajar por sitios donde te juegas la vida.

Él suele decir que hay que saltarse las normas y sobrepasar las siete barreras del miedo, lo que explica con la siguiente anécdota: Tenía que hacer un reportaje sobre el campeonato anual de snowboard, lo podía hacer de forma tradicional: Formigal acoge la cuarta, quinta o sexta edición; o haciéndolo divertido, preguntando a los participantes qué superhéroe serían según su forma de saltar. La primera barrera eres tú, la segunda tu cámara, la tercera el realizador, la cuarta tus compañeros, la quinta el que lo va a montar, la sexta tu jefe y la séptima la audiencia. Si no tienes miedo y te enfrentas a esas barreras «tendrás el mejor reportaje y será el que más guste” explica el Saldaña.

A pesar de hacer televisión, no suele verla, piensa que es como una tele-tienda. Ve el follonero porque le gusta y los informativos, más que nada, por obligación. Con el Maquinista solía ver tres informativos y escuchar cuatro programas de radio para poder dominar luego el suyo. Le gustaría volver a hacer algo como el Maquinista de la General, pero piensa que en una televisión autonómica no habría posibilidad. A una de las personas que le hubiese gustado hacer unas preguntas,  pero no le dio tiempo, fue a José Luis Trasobares, un columnista de El Periódico de Aragón, pues “tiene compromiso y un par de narices”. En cambio, le tuvo que hacer una entrevista a Fran Perea porque sus compañeros decían que tenían un gran parecido físico.  A él no le gustaba como actor, le advirtió que iba a ser distinta, que no solía hacer entrevistas de promo, “el tio lo pasó mal, es un poco soso para ser del Sur”.

Juan Luis Saldaña, al principio, suele estar nervioso, “vuelve a salir ese gusano que luego se transforma en diversión y pasión. Ese gusano se llama respeto al medio y a la audiencia”. Siempre tiene algo que contar, así que, a parte de radio, televisión y prensa, también da conferencias. Está empezando y es como un recurso, las da a nivel regional. Son trangresoras, no cree en las inercias, ni en el coatching, ni networking. Cree en las personas, las ideas, la genialidad y el trabajo. Habla de la creatividad, ingeniosidad, comunicación. Muchas veces la gente al final va a justificarse, “hacer cosas originales o salirse del guión es bueno”, afirma Saldaña.

También forma parte de la Fundación Canfranc, es el director de comunicación, su misión es hacer que la gente se entere de lo que hacen pero trabaja de forma esporádica.

Por último aparece el grupo de música Nubosidad variable, creado cuando tenía 17 años como una necesidad de expresión, de diversión. Era la alternativa que tenía para evitar salir o ir a los bares, también de ser el centro de atención en los conciertos. El grupo se separó hace un par de años, pero él ha decidido seguir en solitario. “Las maquinas son más majas que las personas”, dice entre risas. Necesitaba libertad y poner en marcha sus ideas, los cuatro componentes del grupo estuvieron de acuerdo.

“Hay que gustarse para hacer las cosas bien” Juan Luis Saldaña.

“Hay que gustarse para hacer las cosas bien” Juan Luis Saldaña.

En sus ratos libres, que son pocos, lee o escribe, cuando escribe no lee y desconecta de todo. Si necesita evadirse se va a un campo de fútbol con olor a hierba natural, jugando al fútbol es cuando no piensa en nada. Naciendo en San Sebastián no podía ser de otro equipo que el de la Real Sociedad, pero se declara bastante culé por el dream team de los años 90.

Muchos piensan que el estar casado y tener un hijo de cuatro años no va con su forma de ser. Como padre es atípico y divertido. Sin lugar a dudas se entiende mejor con los niños que con los mayores. Cuando habla de su mujer y su hijo baja la mirada, cambia su  expresión y su voz es distinta. Le cuesta contar cosas de su vida personal, pero es ahí donde se descubre al verdadero Juan Luis Saldaña: emotivo y familiar, a pesar de querer darnos otra imagen. A su mujer la conoció en el colegio. Después de un viaje con motivo de su aniversario decidieron casarse. La pedida de mano fue sin anillos, sin ponerse de rodillas: “Todas esas horteradas de películas románticas fuera”, explica Saldaña. En la boda intentó no ser el centro de atención pero piensa que no lo consiguió. Durante la ceremonia sonaron las canciones de su grupo de música, sin que el cura se enterara. Vuelve a cambiar su tono y ritmo de voz cuando explica que está más unido a su madre. Con su padre la relación es buena pero mejor desde que no vive en la misma casa.

Saldaña, como comunicador, lo que quiere transmitir es su forma de ver la vida, siendo optimista,  alegre y transcendente, con un fin o un sentido. Está seguro de que todos tenemos una mismo finalidad, a pesar de que no nos demos cuenta, y ése es la felicidad, saber el por qué de las cosas, dejar un poso. Cree que todos somos más parecidos de lo que creemos: “Hay quien busca la felicidad en los donettes y hay quien la busca en el vino, otros en la espiritualidad, pero todos tenemos un objetivo”.

Un buen libro tendría que ser aquel que tenga una buena historia, respeto por la literatura y un buen uso del estilo,  también es muy importante evitar repetir seis veces en 200 páginas la misma palabra.  Eso es lo que intenta hacer él cuando escribe. Un libro que recomienda a todo el mundo es el de Rafael Sánchez Ferlosio, llamado Alfanhui. En una buena entrevista, para él, las preguntas tendrían que ser contundentes, desconcertar, molestar, doler o hacer pensar.

Entre sus aficiones se encuentra el teatro, le gusta leerlo y verlo, huye de las adaptaciones. En cambio el cine no lo entiende, es muy crítico, piensa que no es un arte: “Igual el de Paula Ortiz, pero si sale Maribel Verdú el arte desaparece”, añade el periodista. No le gusta que siempre sean los mismos actores, las mismas historias, se mete en la película y lo pasa mal. Entre sus favoritas se encuentran Noviembre de Archero Mallas, Los lunes al Sol, Ed Wood de Tim Burton y Johnny Deep o Casablanca.

Es raro con los normales y muy normal con los raros.

Es raro con los normales y muy normal con los raros.

En lo que respecta a su vida social le gusta que le traten con educación, cariño y cercanía. Se siente como un inadaptado crónico, no le gusta beber, bailar, fumar, hablar con la música muy alta. “En los bares he aprendido a defenderme pero doy pena, soy un colgado”, dice Juan Luis Saldaña. Cuando sale, su única diversión es mandar mensajes a gente seria, a las 4 de la mañana o ir al baño 60 veces porque no sabe qué hacer. Comenta que lo primero en lo que se fija en una persona es en la mirada, es la carta de presentación. En ese momento te fijas en sus ojos grandes, de color marrón, mientras habla te das cuenta de que su mirada es agradable, penetrante, sincera y, por supuesto, siempre directa a tus ojos. Tiene un imán para la gente freak/loca y para las buenas personas, “solo se juntan esos, los demás fuera”. Sus temas de conversación son la música, la creatividad, las cosas surrealistas, también le gusta reírse con sus amigos mientras recuerdan la infancia. Para estar cerca de él, tiene que tener interés y humildad, cualidades que valora mucho. “La gente que no es así también es bienvenida pero no suelen durar mucho a mi lado”, afirma el escritor. Los lugares que más admiración le causan son: Italia, Estados Unidos y tiene pendiente un viaje a Guatemala. Para disfrutar de un buen verano elige Tenerife, una playa llamada El Ancón en Puerto de la Cruz.

Deja un comentario